Dado que nací un 23 de Abril, el
mismo día en que fallecieron William Shakespeare y Miguel de Cervantes,
quisiera relatar cómo he experimentando la lectura a lo largo de mi vida con un
símil entre mi hábito hacia la lectura y algo tan simbólico y que se suele regalar
en éste día tan especial, una rosa.
Recuerdo mi infancia con mucha
añoranza, donde aquellas noches no nos podíamos ir a dormir ni mis hermanos ni
yo si no venia nuestro padre a contarnos algún cuento, ya fueran los de María Sarmiento o algunos cuentos
populares como Los tres cerditos, Ricitos de Oro, Caperucita Roja o Los tres cabritillos.
Es en esa época cuando mi padre, cultivaba y regaba todos los días esa semilla
que se convertiría en una rosa.
Fue entonces cuando apareció de
repente el jardinero, para no dejar marchitar esa flor que tanto le había
costado mantener, ese jardinero de quien hablo es mi padre, lo que se propuso hacer, fue llevarme todos
los años, el día de mi cumpleaños, a la feria del libro, y me dejaba escoger
los libros que más me llamaran la atención; recuerdo uno en especial, ya que
fue el primer libro que rememoro de ésta experiencia, y era un libro de chistes,
pero no me acuerdo exactamente del título; además me compraba cómics de Mortadelo y Filemón, y cada fin de
semana me compraba una Revista, para que me fuera adquiriendo cada vez más el
hábito de lectura, es por ello, que dicha rosa, comenzó a brotar.
Resurgieron en mí las ganas de
seguir leyendo, fue entonces cuando comencé a leer la saga de Harry Potter, la que recuerdo
perfectamente porque me la regalaron cuando hice la primera comunión, además de
leer el Diario de Ana Frank, El niño con
el pijama de rayas, La casa de
Bernarda Alba entre otros…
Se podría decir, que ahora la
Rosa está más selvática y radiante que nunca, gracias a ese jardinero que la
fue regando y cuidando hasta llegar a ser cómo es ahora…